martes, 21 de agosto de 2018

miércoles, 13 de junio de 2018

"Gente peligrosa está enseñando a tus hijos" de Jordan Peterson



Puede que no te des cuenta, pero actualmente estás financiando a algunas personas peligrosas.

Ellos están adoctrinando a mentes jóvenes en todo el Occidente con su ideología cargada de resentimiento. Han hecho su misión en la vida el socavar la civilización occidental en sí, a la que consideran corrupta, opresiva y "patriarcal".

Si pagas impuestos o pagas pagas la carrera de humanidades de tu hijo, estás financiando a esta pandilla de nihilistas.

Estás apoyando a ideólogos que afirman que toda la verdad es subjetiva; que todas las diferencias sexuales son una construcción social; y que el imperialismo occidental es la única fuente de todos los problemas del Tercer Mundo. Son los posmodernistas que impulsan el activismo "progresista" en una universidad cerca de ti.

Son los que producen las turbas que vetan, violentamente, a oradores en las universidades; la policía lingüística que consagra como ley el uso de pronombres de género fabricados; y los decanos cuyos ingresos dependen de erradicar la discriminación, la cual apenas existe o no existe en absoluto.

Su pensamiento se apoderó de las universidades occidentales en los años 60 y 70, cuando los "verdaderos creyentes" de la izquierda radical se convirtieron en los profesores de hoy. Y ahora acumulamos deudas relacionadas con la educación, no para que nuestros hijos aprendan a pensar críticamente, a escribir con claridad o a hablar correctamente, sino para que puedan exponer la agenda destructiva de sus mentores.

Ahora es posible completar una carrera de inglés y nunca leer a Shakespeare, uno de esos hombres blancos muertos cuyas obras son la base de nuestra "sociedad de opresión".

Para comprender y oponerse a los posmodernistas, las ideas por las cuales ellos se orientan, deben identificarse claramente.

Primero está su nueva y nefasta trinidad de diversidad, equidad e inclusión. La diversidad no se define por opinión, sino por raza, etnia o identidad sexual; la equidad ya no es el objetivo loable de la igualdad de oportunidades, sino la insistencia en la igualdad de resultados; y la inclusión es el uso de cuotas basadas en la identidad para alcanzar este estado de equidad mal interpretado.

Todos los derechos clásicos de Occidente deben considerarse secundarios a estos nuevos valores. Tomemos, por ejemplo, la libertad de expresión, el pilar mismo de la democracia. Los posmodernistas se niegan a creer que las personas de buena voluntad puedan intercambiar ideas y llegar a un consenso.

Su mundo es, en cambio, una pesadilla hobbesiana de grupos de identidad que luchan por el poder. No ven las ideas que van en contra de su ideología como simplemente incorrectas. Las ven como parte integral del sistema opresivo que desean suplantar y consideran que es una obligación moral sofocar y limitar su expresión.

En segundo lugar está su rechazo al libre mercado -la misma idea que el comercio libre y voluntario beneficia a todos.  Ellos no admitirán que el capitalismo ha elevado a cientos de millones de personas, para que estas puedan, por primera vez en la historia, tener acceso a comida, alimento, vestimenta, transporte -y aún entretenimiento y viajes.  Los que son calificados como pobres en Estados Unidos (y, cada vez más, en cualquier otro lugar) pueden cubrir sus necesidades básicas.  Mientras tanto, en la hace tiempo próspera Venezuela -hasta hace poco, el símbolo de los radicales universitarios- la clase media hace fila para obtener papel sanitario.

En tercer lugar y finalmente, están las políticas de identidad.  Los postmodernistas no creen en los individuos.  Tú eres un ejemplar de tu raza, sexo o preferencia sexual.  También eres o una víctima o un opresor.  Ningún mal puede ser hecho por alguien en el primer grupo, y ningún bien, por el segundo.  Tales ideas de victimización no hacen sino justificar el uso del poder, y generar el conflicto entre grupos.

Todos estos conceptos se originaron con Karl Marx, el filósofo alemán del siglo XIX.  Marx veía el mundo como una gigantesca lucha de clases -el burgués contra el proletario,  el rico avaro contra el desesperado pobre.  Pero donde quiera que sus ideas fueron puestas en práctica -en la Unión Soviética, China, Vietnam, y Camboya, para nombrar solo unos pocos ejemplos- las economías en su totalidad fallaron, y decenas de millones fueron asesinados.  Peleamos una guerra fría durante una década para parar el propagación the estas nociones asesinas.  Pero están de regreso, en el nuevo disfraz de la política de identidad.

Las ideas corruptas de los neo-marxistas postmodernos deberían ser enviadas al tacho de basura de la historia.  En su lugar, financiamos su continuidad en las mismas instituciones donde las ideas centrales de occidente deberían ser transmitidas a lo largo de generaciones.  A menos que lo detengamos, el postmodernismo le hará a Estados Unidos y al occidente entero, lo que ya se ha hecho a sus universidades.

Soy Jordan Peterson, Profesor de Psicología de la Universidad de Toronto, para Prager University.

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